El círculo de Farthing by Jo Walton

El círculo de Farthing by Jo Walton

autor:Jo Walton
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Histórico, Intriga
publicado: 2006-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo 17

La cena aquella noche, el lunes, fue incluso más puñetera de lo que había sido la de la noche anterior. Apenas había sido capaz de mirarme al espejo antes. No por el rasguño, sino por mi cuerpo. Siempre había podido decir, antes de aquello, que tenía la apariencia típica de una debutante, y era bastante cierto en lo que se refiere a mi rostro, que era igual que el retrato de nuestra antepasada Eversley, que se libró de ser quemada en la hoguera, bajo el reinado de la reina Isabel, porque llovió aquel día. El resto de la familia abandonó el catolicismo cuando se pasó de moda, pero ella lo soportó presa en la Torre de Londres. Hay un retrato suyo en la sala de armas, y la parte superior de su cara tiene un parecido extraordinario con la mía. Hugh me llamaba a veces «hereje» y mamá, una vez, cuando estaba muy enfadada conmigo por el matrimonio con David, dijo que estaba siguiendo su malísimo ejemplo. Sin embargo, mi cuerpo no es en absoluto como el suyo, al menos por lo que se puede Ver: ella lleva uno de esos vestidos isabelinos que no dejan ver mucho la figura. Mi cuerpo pasó directamente de la gordura de la infancia a la envergadura de la mediana edad, y mi vida es una lucha constante por no convertirme en un hipopótamo, como mi abuela Dorset. Es verdaderamente injusto que esos genes se saltaran a mamá, que es delgada como un palo, y pasaran directamente a mí. Mis caderas son una prueba constante.

Aquel día, mientras me vestía para la cena, sin el consuelo de poder decir que al menos mi cara estaba bien, tuve que pelearme con mi pelo y mi cuerpo, y sabía que estaba horrorosa. David me solía decir que tenía unas curvas deliciosas y que estaba tan delgada como cualquier mujer saludable podría esperar estar, y cuando lo decía me animaba, aunque en aquel momento tuviera un arrebato de desesperación por mi trasero, pero aquella noche él estaba sumido en la tristeza y ni siquiera se dio cuenta. Estaba seguro de que la policía sospechaba que estaba confabulado con el asesino, y se sentía culpable por no haberme protegido de la bala de algún modo mágico. Daba la impresión de que creía que si no hubiera sido judío, y por lo tanto bajo sospecha y hablando con la policía, habría estado conmigo y habría podido ponerse entre la bala y yo. Era absolutamente inútil decirle que le habrían matado por salvarme de una herida superficial. Quería hacer ese tipo de gesto, o al menos eso sentía el pobrecito.

Me puse otra vez el vestido de Chanel que había llevado en la fiesta del sábado, porque no llevaba nada conmigo que no me hubiera puesto ya: se suponía que volveríamos a casa el domingo. Le había tenido que dar algunas prendas de ropa interior a Molly para que nos las lavara, porque si no tampoco hubiéramos tenido qué ponernos. Bajamos



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